En junio de 2018 HBO estrenó Succession, en medio de absolutamente ninguna expectativa del público. Game of Thrones dominaba por entonces la conversación mediática y este nuevo proyecto llamaba la atención por la presencia de Brian Cox como protagonista y del candidato al Oscar Adam McKay en la producción ejecutiva, pero no mucho más.
A nivel de crítica el bombazo fue inmediato. La serie desde un principio fue alabada por su calidad y consiguió algunos de los principales galardones televisivos de la industria, entre ellos el de Mejor Serie Drama en los Globos de Oro, el Emmy a Mejor Drama y varios Critics Choice Awards. Y es que ni el más optimista seguidor de la serie habría creído en los primeros episodios que estábamos ante la que se convertiría en una de las producciones más icónicas del siglo. Una serie capaz de poner en pantalla los grandes temas económicos y sociales de nuestro tiempo, desde el humor negro que caracterizó a la familia Roy en sus cuatro temporadas.
Porque hay que decirlo: Succession es probablemente la mejor serie desde Breaking Bad. Estamos hablando de ese nivel, del olimpo absoluto de las series televisivas. Y ahora, que ya vimos el final, podemos decir que la comparación es acertada, ya que ambas producciones comparten una característica absolutamente rara en estos tiempos: ser buena de principio a fin, con finales perfectos. Lost, GOT o Los Sopranos son algunos ejemplos de series increíbles que no lograron mantener el nivel superlativo. Lo de Succession es rarísimo, y por lo mismo un suceso televisivo que difícilmente veremos de nuevo en el corto plazo.
EL FINAL DE LA TRAGEDIA (spoilers a continuación)
Jesse Armstrong, showrunner de la serie, ha dicho en varias entrevistas que siempre entendió Succession como una suerte de tragedia griega en el siglo XXI. A pesar de su tono satírico y repleto de comedia negra, una de las características claves de la serie fue la grandilocuencia. Esta sensación de majestuosidad que Succession nunca abandona, para recordarnos a la audiencia que estamos viendo la vida de las personas que controlan al mundo, escoltada por la ya clásica banda sonora de Nicholas Brittel.
Armstrong dijo desde un principio que esto era una tragedia y creo que la historia nos hizo creer muchas veces que había posibilidad de que esto no terminara en tragedia. Que veríamos a los hermanos Roy continuar el legado de Logan y consolidar una dinastía de comunicaciones y entretenimiento. Pero era imposible. En un episodio final cargado giros argumentales y de iconografías que rememoran a las temporadas anteriores, la familia Roy se encargó se perder el control de Waystar RoyCo y con ello el control total de la narrativa.
Un final que nos deja un sabor amargo, pero después de verlo es casi imposible pensar que podría terminar de otra manera: con la destrucción del legado de Logan Roy.