El camino hacia la próxima gran saga del MCU no ha sido fácil. La caótica fase 4 del universo cinematográfico de Marvel fue un desastre repleto de información y pocos momentos memorables que los fanáticos pudieran asimilar. Una gran cantidad de películas y series que prepararon el terreno para la amenaza nivel Thanos que significa la presencia de Kang, el conquistador. Datos que, una vez digeridos, podrían lanzar el nuevo proyecto del estudio por los aires con la promesa de ser un contenido de primer nivel.
Ant-man fue elegido como el primer Vengador que le haría frente a este nuevo peligro. Un héroe cuyas películas han tenido una aprobación transversal entre los fanáticos. Pero que, como el mismo Kang dice, puede estar enfrentando un desafío que está fuera de su liga.
Quantumania es la tercera entrega de Scott Lang (Paul Rudd) como protagonista de una cinta. En esta oportunidad, vemos como ha crecido su relación con su hija, Cassie (Kathryn Newton), quién ha creado un mecanismo para poder investigar al mundo Cuántico enviando señales a través de este. Esto provoca que alguien envíe algo de vuelta, logrando así que Scott y su grupo sean transportados al reino Cuántico.
Este reino, que alberga infinitas posibilidades de universos, está bajo el yugo de Kang, quien necesita la ayuda de Ant-man para poder escapar de este lugar y dominar la realidad a la que pertenece. Comienza así la misión para detener los planes del Conquistador antes de que logre su cometido.
Podemos pasar por encima del hecho de que Cassie sea una genio capaz de crear tecnología subatómica en un pequeño taller o que de alguna forma todos sean encogidos hasta el nivel cuántico sin tener mayor explicación sobre el hecho. Después de todo, estamos viendo una película de un Marvel. Un estudio que ya ha dado señales de que el guion es lo menos importante en medio de un festival de efectos especiales como el que prepararon.
Si hay algo que ha destacado al Ant-man de Paul Rudd es la facilidad que tienen para plasmar un guion chistoso sin que llegue a ser agobiante, como ocurre en Thor: Ragnarok o en Guardianes de la Galaxia VOL.2. Sabemos de antemano lo que la cinta va a ofrecer y no decepciona, salvo la exclusión de Luis (Michael Peña) de la historia.
Scott Lang es uno de los héroes con las habilidades más básicas de todo el MCU y por lo mismo siempre es interesante ver cómo puede enfrentarse a un enemigo en solitario. En ese aspecto, las escenas de acción cumplen su cometido y se las ingenian para presentar a un Ant-man que puede hacerle frente a sus rivales sin caer en la broma fácil. Su familia está en peligro y pelea con la seriedad que corresponde. Puntito para los guionistas, lástima que sea el único punto a favor de estos.
Estamos en el mundo cuántico. Uno del que sabemos poco pero hemos escuchado mucho. Un lugar en el que se va a introducir a un villano todopoderoso junto a los múltiples universos que conquistó y a la misma cantidad de razas que tienen sus historias de combate contra Kang. El problema es que nada de eso se trabajó en esta cinta.
Llama la atención que una saga que ponga tanto énfasis en los multiversos y variantes del mismo personaje no explique nada de esto y que solo lo mantenga como contexto para casos puntuales. Es una eterna promesa que, a esta altura, ya va siendo más marketing que contenido para sus proyectos. Son años de oportunidades perdidas y de universos infinitos que nunca más veremos en pantalla porque nada de eso fue tratado con la importancia que los propios fanáticos le dan.
Durante toda la cinta (contando los trailers) se tocó el tema de lo que Jannet Van Dyne vivió en el mundo cuántico y en el daño que provocó en ese lugar. La misma Jannet es quién dice que tuvo que realizar tareas moralmente incorrectas para poder sobrevivir y todos los personajes con los que se cruzan parecen estar de acuerdo con esa historia. Pero una vez que nos enteramos de qué fue lo que pasó y qué fue lo que hizo solo nos queda preguntarnos, ¿eso era todo? Y quizás eso sea lo que más estropea a la película. No el hecho de Jannet y su secreto, sino el que la cinta no se condice con su trama.
Los infinitos universos del mundo cuántico usan los mismos diseños de personajes y paleta de colores que cualquier cinta de Guardianes de la Galaxia o Thor. Por fin podemos conocer el terreno que hizo posible orquestar un milagro como lo es el de viajar a través del tiempo, pero es algo que no se vuelve a mencionar. Tenemos a Kang, un enemigo capaz de dominar mundos enteros, pero nunca se siente una sensación de peligro pese a la buena interpretación de Jonathan Majors.
El resultado es una película de superhéroes que pasa a ser un homenaje al atletismo al mostrar a los protagonistas correr de un lado a otro. Llegamos a un mundo nuevo y al parecer a ningún guionista le interesó.
Sin embargo, el mayor pecado de Quantumania es que es un proyecto de transición para otras series y películas de Marvel. Un trabajo del que no se va a rescatar nada a futuro porque nada de lo que les importa a grandes rasgos aparece en este largometraje.
Uno aprende más sobre Kang y los multiversos en la serie de Loki que en esta cinta que debería ser la que prepare todo para lanzar la fase 5 del MCU. Es odioso pensar que, para continuar la historia de este villano, estamos obligados a ver más series de Marvel y otras películas que también necesitan sus programas semanales para poder expandir toda la trama. Con Quantumania no estamos viendo la continuación de una saga, estamos viendo un índice. Ya basta, Kevin Feige.
El mundo Cuántico no tiene identidad y no puedes sentir cariño o preocupación por éste. Es una creación que solo se puede justificar como mercancía producto de las ganancias recaudadas. Una inversión comercial más que una película que vaya a perdurar en la historia.
Punto aparte para M.O.D.O.K. Era imposible adaptar un personaje tan extraño y que tuviera sentido dentro de la trama y lo lograron. Es ridículo y un gag cómico más que una amenaza, pero salió bien.