A estas alturas uno podría decir que Black Mirror pasó a ser un género dentro de las series. No es la primera antología ni la pionera en utopías futuristas, pero de alguna forma se transformó en un ícono reconocido en todo el mundo que siempre golpea con sorpresas en cada una de las temporadas.
Sin embargo, hemos visto un desgaste en las historias que se relatan y una cierta repetición en lo que a trama se refiere. Lo que partió siendo una fantasía de ciencia ficción empezó a sucumbir ante la falta de ideas y los giros argumentales, que tan famosa hicieron a la serie, ya no generaban el impacto de antes.
Pasaron 4 años desde la decepcionante quinta temporada y Charlie Brooker utilizó el tiempo para darle una vuelta a su creación y así encantar a los exigentes fanáticos que ansían algo nuevo y vanguardista. Es así como llegamos a la sexta entrega de esta saga, la que ha cumplido con las expectativas y que puede ser el inicio de una metamorfosis a un Black Mirror que expande sus horizontes y se prepara para recibir elementos de todo tipo en pos de un contenido de calidad.
Seguimos viendo la ciencia ficción como un factor recurrente en la trama, pero por primera vez no es el hilo conductor de la temporada. Casi como si fuese un homenaje a la crónica roja, Black Mirror explora lo que son los casos de crímenes y acoso en 3 de sus 5 episodios. Es más, el último, llamado Demon 79, dice ser una producción de Red Mirror, lo que podría tomarse como una señal de la dirección que pretende llevar la producción de la serie. Una que se aleja de la tecnología para incentivar el ingenio en favor de un guion que pueda sorprender sin estar sujeto a paradigmas anteriores.
Es una decisión que en un principio puede ser algo decepcionante. Similar a lo que pasa con los nuevos episodios de Misterios Sin Resolver al compararlos con el programa de los 90: puedes reconocer el sello de la serie por los casos que tratan, pero rápidamente te das cuenta de que son algo nuevo y alejado a la idea original. Un movimiento atrevido que podía arruinar la reputación del proyecto o cimentar un futuro con escenarios nunca vistos en una nueva narrativa. Afortunadamente, el experimento resultó.
Black Mirror 6 es entretenida y adictiva. No hay un solo episodio que se haya sentido soso o falto de creatividad. Se puede decir que el segundo, Loch Henry, y el cuarto, Mazey Day, pueden ser los eslabones más débiles a causa de su predictibilidad o por un final plano, pero siguen siendo episodios que cuentan con una trama lo suficientemente interesante para captar la atención del espectador.
Podemos identificar distintas formas de contar una historia. Con un enfoque en lo criminal como en Loch Henry, centrado en lo que es el acoso e invasión de la privacidad con Joan is Awful y Mazey Day, una maravilla visual a causa de su fotografía y calidad de elenco en Beyond The Sea o una especie de película de terror con tintes de comedia en Demon 79. Todas con sus altos y bajos, pero destacando en cuanto a narración y dirección.
Ahora, siendo sinceros, hay que decir que con esto se le pone fin al Black Mirror como se le conoce. La cualidad de Brooker de generar incertidumbre usando los avances tecnológicos y el miedo que provoca ese futuro no tan distante se abandonan casi por completo. Salvo Joan is Awful, ninguna de las otras historias tiene relación con alguna tecnología palpable en la actualidad.
Puede que este cambio moleste a algunos y que aleje a todos aquellos que esperaban una visión oscura del comportamiento humano en conjunto con la tecnología como lo han sido las temporadas anteriores. Pero a otros, y me incluyo, puede gustarles que la serie expanda su universo en búsqueda de un guion inquietante.
Es posible que veamos otra transformación en el futuro o que abracen este nuevo Red Mirror definitivamente. Cualquier cosa puede pasar. Después de todo, hay una regla no escrita en cuánto a esta producción; Black Mirror puede ser cualquier cosa. No hay reglas para sus episodios. Solo hay que echar a volar la imaginación.