Las distopías son un recurso literario que ha motivado un centenar de proyectos a lo largo de la historia. Cada uno con su propia forma de ver un futuro azotado por el destino de un planeta que fue dañado hasta el límite o de una sociedad que se desarrolló sin cuidado por los más desprotegidos.
En esta ocasión, Corea del Sur nos trae un escenario post apocalíptico que no se genera por labor del hombre o a causa de la tecnología, sino por un desastre natural que reformó el mundo como se le conoce.
El Caballero Negro nos lleva a un planeta Tierra que fue impactado por un cometa que deterioró el ecosistema hasta un punto de no retorno. Muchos ríos y mares se evaporaron, la civilización colapsó y solo se puede respirar una pequeña cantidad de oxigeno que es producido, almacenado y entregado por la empresa privada Cheonmyeong.
Solo queda un 1% del total de la población mundial y ese porcentaje se ha dividido en rangos según situación socioeconómica y conexiones, dejando a unos pocos como personas destacadas con derecho a vivir dentro de un domo con aire limpio, otros reubicados en zonas residenciales con permiso para vivir en un hogar designado y otra gran parte de la humanidad quedó completamente abandonada en campos de refugiados sin ninguna ayuda y obligados a delinquir para poder conseguir alimento y tanques de oxígeno.
Es ahí en donde aparece la labor de uno de los protagonistas de esta historia, el repartidor 5-8. Los repartidores son los encargados de llevar las encomiendas a las casas de las zonas privilegiadas. Estos deben ser lo suficientemente fuertes como para proteger los paquetes de cualquier ataque a su camión sin poner en riesgo la integridad de la entrega. Deben ser personas capaces de enfrentar a múltiples rivales exponiendo su vida en la línea de fuego, es por eso que los repartidores son considerados una fuerza militar de elite.
Sa-Wol, un refugiado que vive oculto en la casa de un residente común, sueña con ser un repartidor para poder dejar atrás la pobreza y darle la bienvenida a un empleo que le permita vivir sin miedo a que le falte algo. Es así como cruza caminos con 5-8, el repartidor más fuerte y la persona que será su mentor en el complejo sendero que le espera.
Es una historia que repite clichés del cine, pero que le suma una acción que pareciera llevar a Jason Statham y al Transportador al futuro. Para ser justos, hay que decir que es una adaptación de un manhwa coreano (nombre que reciben los webcómics de ese país) creado por Lee Yungyun bajo el nombre de Delivery Knight’s. El mundo presentado es el mismo, la premisa es similar y se pueden reconocer algunos personajes, pero la gran mayoría de los actores presentados o las tramas que mencionan están fuera de lugar o fueron derechamente inventadas para la serie, lo que genera una confusión que se hace presente en el desarrollo de la trama.
Mientras el manhwa pone énfasis en las batallas, misterio y en cómo hacerte un lugar en el mundo a punta de puñetazos, la serie se centra en el personaje de 5-8 como líder absoluto de la historia como un estratega de primera. No es que sea muy distinto a como pasa en la obra original, pero el hecho de que el protagonismo se traspase al repartidor enreda un poco las cosas en cuanto a trama.
La serie en sí sufre unas mutaciones que van cambiando la narrativa. El proyecto parte siendo un homenaje a Mad Max, en medio de su desarrollo pasa a ser una especie de X-Men y vuelve en un último punto para ser el nuevo Karate-Kid. Lo normal es que todos estos giros se fueran descubriendo a lo largo de un proyecto de varias temporadas, pero se comprime todo en 6 episodios que, extrañamente, logran introducir estos temas de forma orgánica y no se llega a sentir que esté forzado en ningún momento.
Aunque claro, el que una serie tenga tantas subtramas en tan pocos episodios juega en contra a la hora de rellenar los vacíos del guion, los que son evidentes y quedan sin explicación alguna ya que el proyecto decide avanzar hacia otro tema.
También tiene el inconveniente de que la persona que mueve toda la trama no es 5-8, sino Sa-Wol. Éste es quién vive situaciones que cambian su vida completamente, pero la serie avanza al ritmo del repartidor, por lo que el muchacho queda relegado a ser un personaje secundario pese a que canónicamente debiera ser el protagonista (y de paso ser una mujer como en la obra original en una trama que tenía mucho más sentido).
Una serie futurista está prácticamente obligada a destinar parte de sus recursos en una ambientación que le haga justicia al escenario planteado, por lo que el uso de efectos especiales y CGI es un hecho. Lamentablemente, la producción se quedó sin dinero para invertir en estos efectos (supongo). Las imágenes generadas por computadora parecen ser extraídas de la cinemática de un videojuego de los 2000 y es imposible pensar en una batalla por el destino de la humanidad cuando solo hay 20 personas peleando.
Aun así, hay que reconocer que las escenas de acción son de gran calidad y logran despertar el interés del espectador. No estamos frente de un combate de superhéroes con explosiones en cada rincón, pero sí de un guerrero que pone todo de su parte para ser un ejército de un solo hombre. Puede leerse como una frase con palabras de buena crianza para no ser tan duros con la producción, pero es verdad que la serie destaca en este apartado y logra entregar un ritmo altísimo a los 6 episodios que contiene.
El Caballero Negro es una serie de acción que enciende una luz de esperanza en el mundo presentado por los showrunners, pero que se cae en detalles como lo son la nula explicación de cómo generan oxígeno, el cómo respiran ese mismo oxígeno usando mascarillas que no deberían cumplir esa función o por presentar tramas interesantes que no se desarrollan en lo más mínimo (quizás como fanservice para quien leyó el webcómic). Lo más seguro es que no haya segunda temporada y que, tal como el planeta, quede enterrada en una tormenta de arena. Aún así, buen intento, Corea.