El Juego del Calamar: la cara siniestra de la necesidad

¿Qué estás dispuesto a hacer con tal de obtener dinero? Es una pregunta clásica que aparece constantemente en la vida de las personas. Puedes apostar en casinos, pedir dinero a prestamistas, empeñar las posesiones de tus familiares o ¿jugar un juego para niños? 

El Juego del Calamar es el nuevo proyecto de la industria coreana en colaboración con Netflix que nos plantea esta misma pregunta, pero llevando el asunto al extremo. 

En esta serie seguimos a Seong Gi-hun, un hombre desempleado que vive con su madre a la que suele engañar para robarle dinero. Es una persona que no piensa en nada más que no sea apostar o arriesgar su propia seguridad para conseguir efectivo. Las deudas que acumula lo persiguen y hace lo que sea para seguir escapando, pero su estilo de vida hace que esté en peligro de perder a su hija para siempre, por lo que ahora deberá encontrar una forma de solucionar sus problemas económicos para mantener unida a su familia.

Ante él se presenta una opción que parece ser confiable. Una competencia en donde deberá participar en 6 juegos eliminatorios en contra de 455 personas. La promesa es que cada ronda suma dinero a un pozo y el ganador del torneo se lleva más de 45 mil millones de yenes. Suficiente para poder arreglar la vida de cualquier ser humano. 

Pero, lo que parecía ser una competencia inocente se transforma rápidamente en una lucha por sus vidas. Los juegos infantiles que usan para clasificarse a otra ronda tienen la particularidad de que ofrece solo dos opciones. Ganas o eres eliminado. Y en este caso, y como en muchas obras de cine asiático, la eliminación significa la muerte.

Luz Verde, Luz Roja

La premisa de los juegos violentos está en la misma sinopsis de la serie, por lo que no se puede decir que es una sorpresa ver cómo ocurren los eventos, pero sí hay que destacar la forma en que se realizan estos. La ambientación infantil que ocupan en este show le da un toque tétrico que solo genera incomodidad para el espectador que sabe qué es lo que está sucediendo. Es similar a un videojuego, pero macabro. 

La tensión que se vive dentro del encierro del juego es real. Lo que parte siendo una aventura para todos los participantes se convierte en una lucha mental en dónde no pueden confiar en absolutamente nadie. Los directores del juego te quieren muerto, tus compañeros y demás participantes te quieren muerto, en el exterior corres un serio riesgo de perder la vida y todo lo que te queda es confiar en tus propias habilidades para salir victorioso. En más de un sentido, es un juego de vida o muerte. 

Pero también hay que destacar que nadie está ahí por obligación. Todos tuvieron la opción de elegir si están dispuestos a jugar o no. Entonces, ¿qué motiva a los participantes? ¿Es tanta la necesidad por el dinero? Bueno, sí.  

Cada personaje, o por lo menos los que forman parte de la trama, tiene una razón de fuerza mayor para estar en ese lugar. Viven sufriendo en la miseria y se encuentran entre la espada y la pared. Muchos de ellos ni siquiera lo hacen por ellos mismos, sino por sus familias o por un sentimiento de culpa ante los demás. Cada uno de ellos tiene una historia que toca temas reales y de actualidad que hace que el espectador pueda identificar los problemas sociales que aparecen. No son personajes sacados de una caricatura. Eso provoca que se humanice a estas personas al punto en que se llega a empatizar con ellos y solo aumenta el miedo ya que al final solo puede haber un ganador. 

Y es en eso mismo en que se basa el líder de estos juegos. Su mensaje es que en ese lugar todos son iguales. No existe la discriminación ni la ventaja como en el exterior. Todos juegan bajo las mismas condiciones en absoluta igualdad. Una extravagante forma de explicar un genocidio, pero que tiene sentido para los distintos actores de la competencia. 

¿Originalidad o plagio?

Algo que salta a la vista desde el primer momento son los trajes de las personas que trabajan en los juegos, los que asimilan casi completamente a los de la Resistencia en La Casa de Papel. El líder de estas personas usa un traje similar al de Dr. Doom en Los 4 Fantásticos. La temática es casi una copia de lo que se vio en Saw o Battle Royale del cine japonés y el gore y agresividad es un clásico de la industria cinematográfica asiática que pareciera explotar este nicho cada vez que se quiere tener éxito. De frentón, la serie se ve como un compilado de varias cosas más que un proyecto nuevo.

Quizás es la intención y puede que hayan querido mostrar todos estos elementos para “reírse” de estas copias. También puede ser que efectivamente pensaron que era original y algo que nunca antes se había visto. Depende de la visión que el director y guionista Dong Hyuk Hwang haya querido plasmar. Pero lo que sí aporta a la originalidad del programa es la cantidad de giros inesperados que ocurren en este.

Siempre nos imaginamos el futuro de un personaje o de una trama cuando esta se parece a una que se haya visto en otro lado. Esto es lo que provoca que varias series o películas sean predecibles y aburridas. Pero en El Juego del Calamar ocurre algo interesante. 

Muchas veces identificamos una subtrama por la forma en que los personajes dialogan. Seguimos a estas personas esperando que suceda lo que esperamos, pero antes que pase ocurre un giro de trama que modifica todo lo que se tenía planeado. Esto pasa muchas veces a lo largo de los 9 episodios y llega un momento en que es imposible predecir el futuro de la serie.

Los aliados y enemigos van cambiando. Las motivaciones y obligaciones ya no son las mismas y la empatía hacia los distintos personajes va en una constante evolución.

Es más. Lo que en un principio era una serie enfocada en la violencia y la sangre va mutando lentamente en un show en dónde lo importante es la historia de los participantes, las relaciones entre ellos y el cómo afrontan los desafíos que aparecen. Las muertes dejan de ser un fanservice y pasan a ser momentos desgarradores que ahora tienen un trasfondo y consecuencias.

Si algo hay que criticar sería lo lento de los dos primeros episodios, que sirven como introducción de los personajes y sus razones para participar en el juego, pero que tarda mucho en desarrollarse. 

También está el imperdonable hecho de que durante gran parte de la serie se nos entregó pistas sobre unos personajes importantes que debían aparecer y que terminaron siendo un fiasco. No por lo que representan, sino por cómo son utilizados. Uno esperaba que fueran factores de peligro en la historia, pero terminan siendo una especie de voz en off que comenta cada cosa que está sucediendo en un intento de “explicar” los distintos eventos y sensaciones de sus protagonistas. Esto va acompañado de una horrenda actuación que solo enloda la gran labor de los actores previos que nunca tuvieron problemas para expresar sus sentimientos con gestos y palabras. Estos agentes importantes no aportan en nada y solo incomodan cada vez que aparecen en pantalla. 

Y si ya destaqué los giros argumentales como un punto positivo, también debo decir que hay unas cosas que fueron bastante predecibles y que fallan en crear la sensación de sorpresa. Aunque en ningún momento afectan el desarrollo de la historia y de una posible segunda temporada.

El Juego del Calamar puede ser una conjunción de elementos vistos previamente, pero de la mano de un guion digno de destacar y de personajes carismáticos que logran crear una serie que entretiene y que te mantiene pegado a la pantalla. Una apuesta de Netflix que ha tenido una buena recepción a nivel mundial.

El juego del Calamar (2021)

Netflix

4.0/5

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