Gustavo Graef Marino, conocido por dirigir la célebre cinta chilena, Johnny 100 pesos, vuelve al cine nacional como productor, guionista y director de una película que promete reflejar una sensación de nostalgia y frustración en torno a una relación sentimental, El Vacío.
Este filme, ambientado y grabado en época de pandemia, trata sobre el romance que acaba de nacer entre un cineasta y una mujer significativamente menor que él. Ambos son solteros, tienen sus respectivos hijos y sienten que la vida en pareja puede entregarles aquello que tanto buscan para poder proyectar una familia. Aunque rápidamente vemos que las diferencias entre ellos son mucho más profundas de lo que aparentan, provocando que esta relación, que prometía hacerlos felices, comience a desgastarse.
Es una película que le habla directamente al espectador y que provoca que este pueda verse reflejado en la vida o en las actitudes de sus protagonistas, quienes nunca revelan su nombre en un movimiento que puede interpretarse como un recurso narrativo para que sea la misma audiencia la que se ponga en el lugar de los actores.
Habla de la esperanza de un amor revitalizador que choca de lleno con un amor nacido por la necesidad y presión de conformar un núcleo familiar. Presenta los problemas que van de la mano con la diferencia de edad y de energía al mismo tiempo en que sus protagonistas intentan explicar sus sentimientos a través de monólogos. Dejando en claro que lo que para unos puede ser un sueño, para otros es solo un paso más dentro de la cotidianidad del ser humano.
El padre (Francisco Reyes) es un director de cine que vive de la fama obtenida por su primera película hace 25 años, lo que lo mantiene agobiado y dentro de una aparente depresión que le impide pensar en algún guion atractivo. Vive con su hijo universitario en una relación sana y alegre que sirve de pilar emocional para él. La madre (Javiera Díaz de Valdés), es una mujer empoderada que se mantiene gracias al dinero dejado por una herencia. Es una amante del arte que ha intentado tener varias parejas en el pasado, con dos matrimonios incluidos, pero que no logra generar una conexión estable debido, entre otras cosas, a su propia hija, una adolescente solitaria que no quiere tener un “nuevo padre”. La relación entre ambas se basa a estar juntas, pese a que no se hablen y que la mayor parte de la comunicación sea a través de las pantallas de teléfonos y otros dispositivos.
En otros cuentos esta podría ser la introducción de dos familias que aprenden de sus errores mutuamente y logran superar los obstáculos con facilidad, pero la vida real es no es de metáforas y las personas distintas no son polos opuestos que se acerquen y se mantengan unidos como los imanes.
La dirección hace uso de simbolismos en los encuadres para intentar mostrar una sensación de soledad, incomodidad o ilusión por parte de la pareja. También usa distintas vestimentas y gestos para contar pequeñas historias dentro del filme. Como lo es, por ejemplo, volver a casa en medio de la noche, en pijama y con una hija enojada. No se necesita profundizar nada para inferir que fue una indisciplina por parte del menor. Dura solo unos segundos y entrega un contexto enorme sobre la relación familiar.
Se ve la dualidad entre una persona que busca rememorar triunfos pasados y vivir en tranquilidad y otra que disfruta la vida con objetos, regalos y muestras físicas de cariño. Esto no quiere decir que sea una pareja que se juntó por interés, por el contrario, la responsabilidad económica es un punto alto en la relación entre ambos, es solo que es un emparejamiento que no quiere caminar por la misma ruta. Uno quiere encontrar su felicidad en una vida en calma, otra su propio espacio para crecer. Parecen sueños complementarios, pero no lo son. Y es ahí donde el amor se pone a prueba. En medio de obstáculos en donde, si las bases son débiles, se derrumba todo. El compromiso parece obligación y el espacio entre ambos se vuelve un vacío que solo aumenta.
Tiene el gran problema de que ya sabemos el futuro de la pareja desde el comienzo de la película. Se sabe el destino que van a seguir y a lo largo de la cinta nos vamos fijando en todos los factores que llevaron a que pasara eso, pero ninguno que nos hiciera preguntarnos si todo podía tomar otro camino. Es una crónica de un hecho anunciado que, por ahí, no logra enganchar al no tener sorpresa o algún giro importante. Pero también destaca el que se mantenga como una historia terrenal, que se siente real y que por lo mismo logra conectar con cualquiera que haya pasado por una situación similar.
Los personajes crecen, aprenden, luchan contra sus emociones y uno podría decir que reconocen y aceptan sus propios demonios internos. Es una cinta de muchos mensajes y emociones. Un viaje que puede acongojar, pero también iluminar el camino de quién se siente vacío. Después de todo, y tal como lo dice su personaje principal, “de la vida no puedo enseñarte. Los caminos de cada uno, son de cada uno, con altos y bajos”, en un comentario que grafica lo que quiere demostrar El Vacío a cabalidad. Caminos distintos, con altos y bajos.