El MonsterVerse es probablemente una de las sagas más extrañas de Hollywood actual. Diferencias de tonos y cambios en la “fórmula” han sido la constante en una franquicia que tiene apenas cuatro películas. La primera de ellas, “Godzilla” (2014) de Gareth Edward (que continúa siendo por escándalo la mejor de todas), apostaba por una visión mucho más seria y realista del lagarto gigantesco, especialmente al mostrarlo como un ser colosal y extraordinariamente amenazante.
Por el contrario, “Kong: Skull Island” (2017) fue una vergüenza de principio a fin y difícilmente hay algo que rescatar en esa película, más que una o dos escenas de acción que valen la pena. Y en cuanto a la última que nos había llegado, “Godzilla: King of Monsters” (2019), buscaba un acercamiento menos terrorífico al monstruo, pero ofreciendo una trama complicada, poco interesante y con demasiados dramas entre humanos de lo que uno buscaría en una película de monstruos.
Y en ese contexto de tonos en conflicto llegamos a “Godzilla vs Kong”, la propuesta visual más arriesgada de esta saga, que además ofrece una trama bastante simple. En resumen, la cinta nos presenta a un Kong que actualmente está siendo custodiado en su isla por una organización, ya que al ser un titán alfa al igual que Godzilla, podría generarse un conflicto muy peligroso entre ambos. Pero al mismo tiempo, y sin razón aparente, Godzilla abandonó su actitud pacífica con la humanidad, lo que llevará a un grupo de científicos a buscar un acceso a la “Tierra Hueca”, el lugar de donde provienen los titanes y que podría significar la solución al conflicto.
Un espectáculo de primer nivel
Sinceramente este película está hecha, diseñada y ejecutada por satisfacer a los fans de Godzilla y King Kong. El director Adam Wingard, que venía de arruinar totalmente la adaptación del animé Death Note, juega bastante a la segura y podríamos decir que no se complica en una trama compleja. Al contrario, acá todo está puesto en pantalla en función del espectáculo, con la clara intención de permitir que los titanes sean, en desmedro de los personajes humanos.
Y en ese aspecto la película no decepciona, porque el diseño de los monstruos y el apartado visual de la película es realmente impresionante. Wingard toma la decisión bastante inteligente de crear escenarios coloridos en los que tiene lugar la acción, lo que permite apreciar de manera nítida lo que vemos en pantalla, una diferencia enorme a la entrega anterior de Godzilla, donde las peleas se veían todavía menos que la batalla de Invernalia de Game of Thrones. Además, otra decisión inteligente es la de filmar de forma recurrente a los monstruos desde abajo, muchas veces desde el punto de vista de los humanos, lo que entrega esa sensación colosal que los titanes deberían provocar.
La segunda mitad es casi exclusivamente de acción, con algunas escenas puente de trama con la cantidad de diálogo justa para que tenga sentido el llegar al siguiente escenario de King Kong peleando, ya sea contra Godzilla o contra criaturas viscosas en la Tierra Hueca. En este aspecto hay que rescatar el gran trabajo hecho con el personaje de Kong, que al fin se siente como un ser viviente real, con emociones, y una conexión en pantalla con una niña capaz de comunicarse con él que impulsa hacia adelante su protagonismo y nos permite que, AL FIN, nos importe lo que pasa con uno de estos titanes.
Por el contrario, Godzilla es solamente el lagarto malo en esta película y no es sino hasta el final donde entendemos por qué se está comportando de un modo tan agresivo. En resumen, es casi imposible no ser team Kong, porque sinceramente todo el arco de Godzilla un poco meh, excepto cuando pelea, y afortunadamente casi siempre que aparece eso es precisamente lo que hace. Y se agradece.
Los mismos problemas de siempre
Si bien desde lo visual encontramos un paso adelante en esta película en comparación con sus predecesoras, difícilmente podemos decir lo mismo en cuanto a los personajes humanos. Y sí, los humanos son la gran catástrofe de esta franquicia, al presentar personajes planos, aburridos, sin carisma y con algunas ideas que son tan estúpidas que sobrepasan esa línea donde uno se ríe de algo por ser estúpido, porque ya resulta insultante. Acá no es tan terrible este tema como en “Godzilla: King of Monsters”, donde el plan de Vera Farmiga era el peor plan en la larga y triste lista de planes malos en películas malas, pero tampoco se puede decir que haya un gran acierto del guion.
Al menos en “Godzilla vs Kong” los humanos interrumpen poco y sus escenas están al servicio de que veamos más cosas relacionadas a los titanes, algo que se agradece. Sin embargo, existe todo un arco relacionado al personaje de Millie Bobby Brown, a su amiguito y a un podcastero Salfate que descubre una conspiración en una corporación secreta. Nada de todo este segmento de la película funciona y está puesto en pantalla solo para entregarnos información que será útil más adelante, pero careciendo de cualquier sutileza. No hay ganas de presentar un arco coherente con algún peso dramático. Simplemente se apostó a una trama livianita que aporte info y ojalá no moleste.
Otro factor para la risa es la tecnología de este mundo. En algún momento en los 2 años de diferencia entre la última película la humanidad desarrolló una tecnología tan avanzada que incluso permite crear naves antigravitacionales capaces de viajar mágicamente a cualquier parte. Está bien, no es que uno le pida verosimilitud a una película que trata sobre un lagarto y un gorila gigante que pelean, pero acá sencillamente no hicieron ningún esfuerzo y cada vez que un personaje señala un problema, viene otro y le dice “llevamos 20 años trabajando justamente en una tecnología que resolverá esto”, y listo problema resuelto. Mención aparte a la escena en que 10-12 helicópteros llevan volando a King Kong, que es del porte de un edificio, en una red que aparentemente soporta sin problemas las 200 toneladas que debe pesar el gorila.
Antes de escribir esta reseña, repasamos algunas películas noventeras que también tratan sobre monstruos o criaturas y encontramos que, por algún motivo, los personajes humanos son infinitamente más queribles, incluso en películas más o menos malas como Congo (1995) o Garras (1996). Y eso se debe a que poseen algunas cualidades que no existen en el Monsterverse: un backstory simple de entender, motivaciones claras y el hecho de que efectivamente SON personajes, presentan cualidades únicas o elementos icónicos que nos permiten conocerles y recordarlos. Los humanos en esta película son personas sin distintivos, sin motivaciones reales, con la gran excepción de la niña amiga de King Kong que es la única que se siente como una persona real. ¿Tan difícil es crear personajes humanos queribles? La gente detrás del Monsterverse respondería que sí.
Disfrute para fans y nada más
¿Te gusta King Kongo? ¿Te gusta Godzilla? ¿Estás aquí simplemente para disfrutar de poquito menos de dos horas de monstruos peleando y pasarlo bien? Si tu respuesta a estas preguntas es afirmativa, seguro vas a pasar un buen rato con “Godzilla vs Kong”, porque es precisamente eso lo que ofrece: grandes dosis de acción y muchos buenos momentos en pantallas de ambos titanes. Y al ser ese el único objetivo de la película, no podríamos decir que no es exitosa en lo que propone, porque cumple y entrega un espectáculo bastante disfrutable.
El problema es que no hay mucho más que rescatar y todo se siente simplemente como un producto diseñado de principio a fin para satisfacer a los fans y nada más. Una película mediocre en lo argumental, carente de cualquier carisma en los humanos y a la que solo le podemos rescatar la acción y el carisma puesto en pantalla en el personaje de Kong. Una lástima, porque este material merece mejor suerte, y nos da la sensación de que faltaron ganas de hacer algo de mejor calidad. Insistimos, es mejor que la anterior y que Kong: Skull Island, pero ni de cerca logra la potencia cinematográfica que la Godzilla de Gareth Edwards, que continúa siendo la mejor de toda esta franquicia.