Este año ha sido difícil para todos, pero principalmente para la industria del entretenimiento, que ha visto estancados sus engranajes durante todo el tiempo que ha durado esta pandemia. El cine como lo conocíamos, ha tenido que cambiar drásticamente de estrategia, dándole clara ventaja a aquellos que ya habían innovado en la forma de producir y lanzar su contenido. Nos referimos evidentemente a los grandes servicios de streaming que han sabido llenar el vacío de estrenos importantes que teníamos, trayendo series y películas que han estado arrasando en la crítica porque han sabido redoblar los esfuerzos y porque evidentemente hay poca competencia.
Eso nos encamina a la temporada de premiaciones del 2021, con unos Oscars donde claramente el estudio que llevará la batuta será Netflix, con películas como “Pieces of a Woman”, “Da 5 Bloods”, “The Trial of the Chicago 7” y “I’m Thinking of Ending Things”, todas posibles nominaciones al galardón mayor. Pero había una promesa que traía Netflix para llenar inmediatamente los escaños de director, guión adaptado y actrices, por lo bajo. O eso parecía en el papel.
Hillbilly Elegy,la película en cuestión, era una apuesta segura. Una adaptación de un bestseller actual, con Ron Howard (“Apollo 13”, “A Beautiful Mind”) en la dirección y la dupla de actrices compuesta por la ganadora del Oscar Glenn Close (“The Wife”) y la también multi nominada Amy Adams (“Arrival”). Es que no tenía cómo salir mal y sin embargo es de lo peor que hemos visto en el año.
El filme cuenta la historia de J.D., un estudiante de derecho en la prestigiosa universidad de Yale, que debe volver a su ciudad natal porque su madre (Amy A.) ha vuelto a caer en su adicción a los narcóticos. En este viaje, recapacitará sobre su vida con ella y su abuela, dos mujeres que retratan la realidad de una Norteamérica profunda y campesina. Todo un dramón de “nuevas oportunidades”, “el sueño americano”, “Perdón y Redención”. Un cliché que podría aún así haber funcionado.
Los problemas claramente están en la adaptación que, enfocándose taimadamente en el protagonismo de J.D., deja completamente de lado el desarrollo de los personajes más relevantes para la historia. Tanto la abuela interpretada por Glenn Close, como la madre, tienen todo el potencial dramático para salvar esta narrativa y brillan por su ausencia. A pesar de la gran capacidad actoral de ambas, no son capaces de salvar a sus personajes de este guión básico lleno de estereotipos simplistas que nos recuerdan que Ron Howard se quedó pegado en los 80s.
El personaje de J.D. es presentado en distintas etapas de su vida, principalmente por dos actores. Ambos presentan una interpretación carente de emociones, sin dimensiones donde todo pareciera generar rabietas y crisis en el protagonista. Un personaje con el cual no se puede empatizar y que itera entre la rabia y la angustia desmedida entre escena y escena.
El guión podría haber ahondado en la complejidad de la pérdida del territorio, en la depresión y las adicciones, en la fortaleza y resiliencia de las mujeres norteamericanas, pero no. Ron Howard se pasea de manera superficial sobre todos estas temáticas, solo acentuándolos con alguna actuación desmedida por parte de Amy Adams o algún diálogo estereotipado que alude a la ignorancia y a la falta de herramientas de sus protagonistas. Todo tocado de una manera tan banal, que podemos deducir en los primeros 20 minutos cómo se va a desarrollar esta historia y cómo terminará. Sin sorpresas, sin profundidad emotiva, sin destacar en absolutamente ningún plano. Un cliché sin sustancia que pasará a la historia como la mayor promesa incumplida de un director que se ha sostenido en sus logros del pasado, pero que en toda su carrera actual no ha hecho más que decaer.
La participación en la música por parte de Hans Zimmer parece casi anecdótica, con ningún peso que agregar a la ya plana historia. Otras piezas musicales son ocupadas para resaltar los clichés y los momentos anclas del guión que son un calco a los estereotipos ochenteros a los que nos tiene acostumbrados el director.
En la cinematografía, una cámara a mano alzada con un movimiento que termina cansando, ningún espectáculo visual y ni siquiera un cuadro que sea digno de destacar . Volvemos a ver los problemas en la iluminación que fueron criticados en “Solo”(2018) con escenas con una luz general tenue, con bajo contraste que pareciera aplanar los tonos y hacer las imágenes inexpresivas e inentendibles a ratos.
No queda mucho más que decir sobre esta película, solo que es lamentable ver el camino que ha tomado el trabajo de un director que teniendo el respaldo de la industria, no ha sabido concretar una película que teniéndolo todo no entrega absolutamente nada.