El viernes 16 de julio se estrenó “La Calle del Terror: 1666”, la última entrega de la trilogía de películas producida por Netflix y que se basan en los libros originales de R.L. Stine. Las tres películas fueron filmadas en paralelo y cuentan una única gran historia, dividida en tres segmentos, y se lanzaron cada una en los tres primeros viernes de julio. Dirigidas por Leigh Janiak, esta trilogía reúne a parte importante del equipo de producción de “Stranger Things”, así como también algunos elementos de su casting.
La historia macro de La Calle del Terror nos sitúa en Shadyside, un pequeño pueblo norteamericano que ha sido azotado durante toda su historia por violentos asesinatos, siempre perpetrados por personas provenientes del propio pueblo. Cada 10 o 15 años un habitante de Shadyside enloquece y realiza un asesinato en masa, sin razón aparente, lo que las y los lugareños asocian constantemente a Sarah Frier, una mujer acusada de brujería y asesinada en 1666, que supuestamente lanzó una maldición sobre el pueblo.
Si bien la trama general trasciende en las tres entregas, cada una posee un estilo de relato específico y se ambientan en épocas diferentes, por lo que nos parece justo reseñarlas de manera individual, antes de emitir comentarios generales sobre las impresiones que nos dejó esta trilogía. Iremos una por una, aunque seremos breves y evitaremos al máximo los spoilers, aunque es casi imposible en lo que respecta a “1966”. Comencemos.
La Calle del Terror Parte 1: 1994
Ok, dijimos que evitaríamos los spoilers pero la primera película ya salió hace dos semanas y spoilear algo que pasa en los 20 primeros minutos no es tan terrible. De entrada, “1994” aparente ser la típica película ambientada en una secundaria norteamericana donde aparecerá un asesino y todo se irá al carajo. Seguimos a Deena Johnson, una adolescente escéptica para con la supuesta maldición de Sarah Frier y su mayor preocupación es la reciente ruptura con su novia, Sam, que se mudó al pueblo vecino llamado Sunnyvale. Al verse involucrada en una disputa entre jóvenes de ambos pueblos, Deena y Sam se verán envueltas en un espiral de violencia paranormal, cuyo origen tiene más relación la “maldición” del pueblo de lo que creían.
Como introducción de esta historia, “1994” hace un gran trabajo al presentarnos de manera eficiente a varios de los personajes con los que estaremos conectados durante toda la trilogía. Y es que si bien técnicamente estas películas son de ese terror livianito palomitero en el que la gracia es ver cómo mueren los personajes más insoportables, la directora Leigh Janiak se encarga de introducir varios elementos que permiten que la historia tenga bastante más sustento en sus temáticas, y no se quede solo en el shock value.
El motor principal de esta primera entrega es la relación “prohibida” entre Deena y Sam, ya que no solo el foco está en que la pareja pueda salvarse de la amenaza “paranormal”, sino que al mismo tiempo la acción nos lleva a ver cómo ambas chicas reconectan y e intentan dejar de lado el pasado. Esta exploración LGBTIQ+ funciona porque no se queda en el panfleto, ni en los lugares comunes del tema. Al contrario, profundiza en la psiquis de ambas mujeres, que enfrentadas a directamente con la muerte ven la posibilidad de ser honestas con ellas mismas y abrazar lo que realmente desean ser.
Y bueno, sabemos que mucha gente no le dio play a “1994” por la historia de amor y lo que quieren es ver sangre en un contexto de nostalgia noventera. Algo que tendrán, definitivamente, pues la película utiliza los recursos retro, desde música de Guns and Roses, Radiohead o Aerosmith, hasta evidentes guiños a las películas del género que marcaron dicha época, como “Scream” o “Sé lo que hicieron el verano pasado”.
En líneas generales, la película es una buena introducción a lo que vendrá, aunque su punto más bajo es el tercer acto, donde definitivamente no pasa nada muy recordable, y que posiblemente se nos olvide mientras avancemos en la trilogía.
La Calle del Terror Parte 2: 1978
La segunda entrega nos lleva a finales de los 70 y nos sitúa en uno de los escenarios clásicos del cine de terror hollywoodense: el campamento de verano. Luego de que Deena conozca a la única superviviente de la masacre ocurrida en 1978, nos trasladaremos a esa época para presenciar el punto más alto de esa saga, y la película individual mejor construida de las tres.
Y es que 1978 tiene todo lo que podríamos querer en este tipo de historias, partiendo por su protagonista, una niña que está en el campamento de verano contra su voluntad y que sencillamente no encaja con el resto. Su hermana mayor es popular y se avergüenza de ella, además de tener que luchar constantemente contra el bullying que recibe por parte de las chicas del campamento. Pero también tenemos los otros prototipos de adolescentes típicos de estas historias: el chico popular que simpatiza con la chica extraña, la pareja freak fanática de las cosas freak, un gringo rubio asshole que no podemos esperar a que lo maten, y una falta de supervisión adulta nivel película gringa.
Más allá de la trama propiamente tal, “1978” es un éxito porque funciona a la perfección como un homenaje al género, sin olvidarse de ser su propia historia e impulsar a la trama general hacia adelante, respetando los códigos establecidos en la primera, dejando misterios abiertos para la tercera parte, y aprovechando de entregar los mayores sustos que tiene toda la trilogía.
No podemos dejar de mencionar al mayor talento actoral de toda esta saga: Saddie Sink, también recordada por su rol en de “Max” en Stranger Things. En “La Calle del Terror” encontramos actuaciones buenas, otras regulares, pero nadie logra vender su rol de mejor manera de Sink, quien navega por diferentes estados emocionales sin dejar nunca de ser un personaje creíble y vulnerable.
La Calle del Terror Parte 3: 1666
Ok, aquí llegamos a un punto donde es imposible hablar sin spoilers, así que están avisados, vayan a ver la tercera entrega y luego vuelven.
“1666” es la más extraña de la trilogía, no solo por su salto de época, sino porque básicamente es una película que a mitad de camino se transforma en otra. Bueno, si ya vieron la saga saben de lo que hablamos: técnicamente estamos solo 1 hora en 1666, porque luego volvemos directamente a 1994 y a un final flojísimo y de muy poca inspiración, que tira un poco por la borda algunas de las sutilezas mostradas en las entregas anteriores.
Pero vayamos por parte. A través de los ojos de Deena, volvemos a 1666 para conocer la real historia de Sarah Frier y el por qué de la maldición que afecta a Shadyside. En este segmento se retoma la temática LGTBIQ+ y nos enteramos de que Sarah tenía un romance más que prohibido con una coterránea, en una época en la que una relación lésbica solo terminaba con ambas mujeres en la horca.
Si bien a ratos el segmento de época ofrece algunos sustos interesantes, nunca termina de cuajar como trama y se siente decepcionantemente predecible y muy poco inspirada, sobre todo comparada con las dos películas anteriores. Quizás este viaje temporal al pasado, buscando un poco retratar este mito fundacional del horror norteamericano, no logra entrar en el tono de la saga y parece, precisamente, algo totalmente distinto y fuera de lugar. Lo terrible es que todo empeora aún más cuando se nos releva el gran plot twist de la saga: Sarah Frier nunca fue una bruja y la real maldición fue perpetrada por los hombres de la familia Goode, y ellos son quienes han transformado en asesinos a los habitantes de Shadyside por siglo para asegurar su posición económica y social.
Pensando en la trilogía completa, el twist no es malo y hace muchísimo sentido, especialmente en una obra reivindicadora de la figura de la mujer y sus libertades, pero está tan pobremente ejecutado en “1666” que termina siendo muy poco satisfactorio, y aún más deprimente cuando regresamos a 1994 y súbitamente el villano es el oficial Goode que fue un personaje que nunca nos importó demasiado en primer lugar.
El gran problema de esta última película son sus tonos en conflicto, que jamás logran definirse y encausar un relato coherente, como sí lo venía haciendo Janiak en las dos cintas anteriores. Una pena, porque la trilogía termina con un trago más bien amargo, pese a redimirse un poco en sus últimos 15 minutos, cuando lejos de toda la parafernalia de terror, recuperamos el foco en estos personajes tan queribles y vemos como tienen un fin bastante satisfactorio.