La Memoria Infinita: el testimonio de un amor eterno

“Sin memoria no hay identidad”, escribía Augusto Góngora en la dedicatoria de un libro regalado a su pareja, Paulina Urrutia, actriz y ex ministra de cultura de Chile. Góngora, periodista de profesión, pasó su vida cubriendo los atropellos a los derechos humanos cometidos por la dictadura de Augusto Pinochet, los que fue recopilando en sus distintas publicaciones a lo largo de los años. Parte de su preocupación era que no se olvidara el sufrimiento de aquellos que perdieron seres queridos y el dolor causado por las muertes de los compatriotas opositores al régimen militar.

Paradójicamente, es la memoria lo que lo abandona y pone a prueba el amor de su familia en uno de los momentos más oscuros de su vida. Fue en 2014 en que Góngora fue diagnosticado con alzhéimer a sus 62 años. Una enfermedad que fue carcomiéndolo de poco hasta su fallecimiento en mayo de este año. Condición que, pese a lo horrible que es, puede haber dejado uno de los recuerdos más grandes en la historia del cine chileno de la mano de Maite Alberdi (El Agente Topo) y su documental sobre la vida en pareja de Augusto y Paulina, La Memoria Infinita.

Este largometraje es un testimonio del día a día de los esposos mientras intentan realizar su vida mientras combaten la enfermedad de Augusto. Algo tan simple como despertar se vuelve una tarea compleja en donde Paulina habla con su él para repasar sus historias e identidades. Recordar el rostro de su esposa y alegrarse cuando la llama por su nombre es una victoria que acelera el corazón. Es desgarrador, pero de una ternura y honestidad que es imposible de recrear con actores. Pese a todo, la pareja se ama y la pantalla lo demuestra.

El lente de Alberdi (y de paulina en la intimidad) captura la esencia del momento. Nos muestra las risas, los instantes felices en donde el alzhéimer parece ser una mera anécdota en la vida del periodista, pero también nos golpea en nuestro asenso y nos deja caer cuando la enfermedad se toma la mente de Góngora y le arrebata la sonrisa de su rostro.

Hay espacio para los recuerdos en la hora y media de película. Memorias familiares, asados con amigos, flashbacks de las entrevistas que hicieron famoso a Góngora. Pero también hay un enfoque especial en la dictadura de Pinochet y en las heridas que dejó en su persona. 

Góngora, como le dice cariñosamente Paulina, es el protagonista, pero no el principal de este relato. El alzhéimer es una enfermedad que requiere de una atención total para sobrellevarla y el peso de esa tarea se lo lleva la actriz, quién es más que una esposa o cuidadora, es una compañera. 

Está presente en los mejores momentos del día y es el pilar que lo sostiene en las horas más oscuras de la noche. Una mujer que sopesa la carga de cuidar a su amado mientras intenta realizar su vida laboral en torno al teatro. Una mujer con una fuerza envidiable que no oculta lo difícil de vivir con Augusto, pero que abraza la situación como la protectora de su amado.

Esa puede ser la gran virtud de este proyecto. En ningún momento reniegan la realidad que están viviendo. La aceptan, dialogan y reaccionan acorde a la relación que solo estos dos pueden demostrar. 

En sus conversaciones se habla de la vida, de lo lindo y emocionante que es vivir. Pero también discuten sobre la muerte, sobre el escape de una existencia llena de tormentos que, para Augusto, es un sinsentido ya que a él le encanta la vida.

Paulina Urrutia encarna el sentimiento de un amor infinito. Una mujer que se convierte en los brazos y piernas de su pareja mientras lo cobija como una madre. Ambos transitan desde las memorias de sus primeros meses de pololeo hasta los momentos más tensos del deterioro cognitivo de Góngora. Siempre juntos.

En la mente de Augusto hay lugar para los recuerdos más impactantes. Llantos cuando piensa en sus amigos desaparecidos, preocupación cuando piensa en sus hijos y amor cuando reconoce la cara de Paulina. Entre sus memorias más tristes, hay espacio para el amor de su vida. Un recuerdo que se mantiene constante y en donde el periodista solo puede agradecer a la persona que lo acompaña, la mujer con la que quiso casarse simbólicamente después de 20 años de relación.

Hay muchos enfoques o tiros de cámara que están mal hechos. Problemas que alejan la producción de la calidad que un purista pudiera exigir, pero es eso lo que la hace auténtica. No se oculta nada y el lente muestra la vida de sus protagonistas tal como es, con altos y bajos, como la vida misma. 

La Memoria Infinita obtuvo el Premio del Jurado del Festival de Cine de Sundance a mejor documental, ha sido elegida para representar a Chile en los Premios Goya y no se descarta su participación en los Óscar. Una gran obra del cine nacional que quedará en la historia de nuestro país, al igual que el recuerdo de Augusto Góngora, su labor por nuestros compatriotas y el cariño inagotable de su compañera. 

La memoria infinita (2023)

Maite Alberdi

5.0/5

Relacionados

Menú