Cuando Warner Brothers anunció en 2014 que preparaba una saga de precuelas de Harry Potter ambientadas a principios del siglo XX, nadie podía en duda su éxito, que se confirmó rápidamente con el estreno de “Animales Fantásticos y dónde encontrarlos” en 2016, que cosechó buenas críticas y un apabullante apoyo de las y los fans en la taquilla. Sin embargo, el fracaso que significó “Los Crímenes de Grindelwald” en 2018, fue acrecentado por las polémicas que han rodeado esta franquicia: las acusaciones de transfobia a JK Rowling (guionista de la saga), el despido de Johnny Depp por las acusaciones en su contra y las más recientes detenciones de Ezra Miller por agresiones reiteradas en estado de ebriedad.
Y pese a todos estos contratiempos, de alguna forma “Los Secretos de Dumbledore” logra desempantanar a una franquicia que desde lo narrativo parecía haber perdido un poco el norte y la magia que le caracterizaba. En esta entrega, Rowling desecha por completo continuar el estilo de historia a lo culebrón de novela de la entrega anterior y se va de lleno a la acción. La trama básicamente nos presenta a un Grindelwald cada vez más empoderado en el mundo mágico, y al plan en marcha de Dumbledore para intentar detenerlo. Aunque el aspecto clave es que no pueden enfrentarse directamente, así que dependerá del magizoólogo Newt Scamander y su equipo el buscar la forma de detener al mago que intenta desatar una guerra contra los Muggles.
Y bueno, es imposible no mencionar de entrada que cuando tienes a un antagonista bien interpretado todo mejora automáticamente. Mads Mikkelsen nos muestra a un Grindelwald muchísimo más interesante y calculador que el casi ridículo villano de pelo teñido que caracterizó Johnny Depp. El talento de Mikkelsen sale a relucir desde el minuto uno y su química con Jude Law, con quien comparte apenas 3 escenas en pantalla, son un punto altísimo de la trama. Francamente es a lo que vinimos, ¿no? A ver de una vez la relación entre los dos magos más talentosos de su tiempo y los motivos por los que no pueden enfrentarse directamente. También es grato ver que al fin Rowling se decide a explicitar que Dumbledore y Grindelwald tuvieron una relación romántica y ese lazo que les une transciende la simple amistad. Es un detalle que se infería pero al tratarse abiertamente profundiza bastante el dramatismo y la anticipación del posible enfrentamiento entre ambos.
Por otro lado, un elemento que funciona bastante bien es la presencia de los “animales fantásticos”, a la trama principal, a diferencia del film anterior donde fueron un agregado chistoso y de acción. Acá, parte del motivo central de las motivaciones de los personajes tiene que ver con un animal misterioso, y toda la historia se desgrana un poco en función de ese elemento. Algo grato de ver, considerando que es el late motiv de toda esta franquicia.
Ahora bien, tampoco es que la película no tenga algunas cosillas que dejan un poco que desear. Y lo más destacable es el personaje de Ezra Miller, Credence, que fue parte esencial de las dos cintas anteriores, bajo la promesa de que sería fundamental para el desarrollo de esta lucha, y si bien lo último es cierto, nunca termina por despegar completamente el personaje como ser individual. Quizás la mala idea de complejizar tanto su historia en “Los crímenes de Grindelwald” terminaron por agotar una subtrama que en esta entrega pasa a un segundo plano, aunque sí se le da un cierre bastante digno.
Y otra cosa que nos llama la atención es que otros personajes que se presentaron como importantes pasaron a un rol extraordinariamente secundario, como Tina, la auror norteamericana, que tiene menos de 3 minutos en pantalla, o la animaga Nagini, que derechamente no aparece ni se menciona en toda la película. El error de Rowling de sobrecomplejizar la historia tuvo como daño colateral algunos personajes como los mencionados, que tuvieron que ceder protagonismo para centrar el relato en Grindelwald, Dumbledore y Newt con sus amigos.
Finalmente, y tomando en cuenta que estamos ante la tercera de un total de cinco partes, la película también sufre del síndrome del puente, o sea, no profundiza en muchos aspectos de la historia sin mucha justificación. Y la única justificación sería que bueno, faltan todavía dos películas más.
De todas formas, en el global “Los Secretos de Dumbledore” es un paso adelante en esta franquicia que parecía descarrilada (algo que lamentablemente se ha visto reflejado en la taquilla, bajísima en comparación a las expectativas). Esperamos que Warner Brothers decida continuar con este rumbo, que al fin parece apuntar en una dirección que tiene algo de sentido.