Mis Hermanos Sueñan Despiertos: Los lazos que generan deseos de libertad

Para nadie es una sorpresa el mal funcionamiento de los hogares y centros del SENAME en nuestro país. Las cifras son lapidarias, más de 1800 muertos desde 2007, un 54% de los menores asegura haber sido víctima de abuso sexual y un 82% dice haber sufrido algún tipo de castigo por parte de los cuidadores y administradores de los establecimientos. 

Sumado a este hecho, está el estigma que se asocia a los menores que viven en esas casas. Violencia, drogadicción, desapego. Son solo algunos de los adjetivos que encontramos cada vez que alguien se refiere a los residentes de SENAME. Algo que no está muy alejado de la realidad, pero que falla en entregar el panorama completo.

Mis Hermanos Sueñan Despiertos, de la directora Claudia Huaiquimilla, nos habla del lado que pocas veces vemos. El del compañerismo, el del cariño y preocupación entre pares, el del apoyo entre jóvenes que viven una vida en desamparo y que se tienen a ellos mismos como pilares fundamentales para poder avanzar y, por sobre todas las cosas, aguantar. 

La historia sigue a Ángel y su hermano menor, Franco. Ambos viven en el centro Tiempo de Crecer y sueñan con poder salir algún día para ver a su madre, su otra familia y ser libres para vivir como quieran. Los hermanos viven días de pena, pero también de felicidad mientras generan una relación de apego y amistad con los demás niños. Quiénes serán sus columnas emocionales para resistir la vida dentro de una residencia que pareciera ser más una cárcel que un hogar. 

Ambos cometieron un error en el pasado y terminaron como residentes del centro y son protagonistas de un incidente ocurrido en 2007 en ese lugar. Pero ahondar en ese tema es avanzar al desenlace de la película, por lo que dejaremos ese punto de lado. 

“Otros ven muros y rejas. Yo veo cabros viviendo juntos”

Lo primero que hay que comentar sobre este proyecto es que no es uno que se centre en las historias de agresión de SENAME. Están presentes, claro, es imposible no mostrar ninguna muestra de violencia cuando se menciona algún Centro, pero no es lo esencial de la película. En este caso nos centramos en los niños y en cómo pueden reír dentro de todo lo malo que viven. 

Hay una clara sensación de abandono y desesperación entre los menores. Un sentimiento que es transversal y que en muchos momentos los agobia. Pero no están solos, tienen a sus amigos a su lado para poder sobrellevar la tristeza de lo que les tocó vivir.

No hay que olvidar que son niños. Pueden estar ahí por distintas circunstancias, pero son menores de edad que quieren jugar, reír, disfrutar y enamorarse. Sueñan con las cosas que harán fuera del centro, de las familias que van a formar y de los lazos que los van a seguir uniendo aunque no vuelvan a verse. Crean una relación que no puede ser rota por nadie y lo demuestran.

Entre ellos se apoyan, se defienden, se entregan cariño. Cuidan a los suyos como si fueran sus hermanos y, en cierta forma, lo son. No hay espacio para la discriminación y todos están en el mismo barco. En especial Ángel y Franco, quiénes están llenos de dudas sobre su futuro, pelean entre ellos de vez en cuando, pero tienen una cosa clara: deben mantenerse juntos ya que solo se tienen el uno al otro.

“Te meten la ilusión de que puedes partir de cero y la verdad es que nada cambia”

La película está ambientada en 2007, pero uno no se percata de eso a menos que te lo digan. Los hechos que ocurren dentro de la Casa 5 del hogar de SENAME no son nada alejado de la realidad que se vive hoy en los distintos centros del país.

Hay gente que quiere ayudar a los menores y guiarlos mediante el arte, el estudio, los juegos. La intención de servir como un hogar de rehabilitación y reinserción existe, pero un momento de calma puede cambiar a una situación de violencia y vulneración de un minuto al otro. 

Se pueden ver prácticas por parte del personal médico y de gendarmería que raya en un actuar negligente que causa estragos en la personalidad y comportamiento de los niños que parecen ser más reclusos que residentes. 

La única forma de contención es la fuerza y la amenaza de un futuro alejado de todos. Se puede ver la poca preparación por parte del personal de SENAME y el tremendo abandono por parte de familiares que dejan a sus hijos o parientes “a su suerte” dentro de las paredes del hogar.

Les prometen una vida llena de logros, pero el sistema chileno se encarga de destrozar cualquier deseo de superación y los sume en un vacío del que es imposible salir por cuenta propia. Esto pasó en 2007 y sigue ocurriendo en 2021.

Y quizás ese es uno de los puntos fuertes de la película. Los casos que se presentan están lejos de ser un estereotipo hollywoodense. Son temas de la vida cotidiana y hechos basados en la realidad que aumentan la sensación de desamparo ya que no están viviendo algo sacado de un guion. Son historias comunes que le pueden ocurrir a cualquiera. Nadie está ahí porque haya querido delinquir por gusto. Son hijos de la necesidad que viven con el miedo del rechazo. 

Uno podría tener la calma de que es solo una película, pero las historias son de verdad. Son hechos que ocurrieron y que seguirán ocurriendo en Chile. De momento, los niños solo pueden soñar. Es lo único que les queda. 

 

Mis hermanos sueñan despiertos (2021)

Claudia Huaiquimilla

4.0/5

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