Uno de los secretos más resguardados de Netflix ha salido a la luz, el Live Action de One Piece es una realidad y los resultados, independiente de su calidad visual, son sorprendentes.
Fue en enero de 2020 que se hizo oficial la intención de Tomorrow Studios (Cowboy Bebop LA) y Shueisha (editorial que maneja el manga) de adaptar en versión de carne y hueso parte de la historia de Luffy y su tripulación. Por supuesto que hubo críticas, principalmente a raíz del terror que genera leer la frase “Live Action” cuando se menciona a un anime en particular, lo que se suma a los malos resultados que han tenido este tipo de producciones y la mala fama de Netflix en cuanto a modificaciones de guion se refiere. El único punto rescatable era que Eiichiro Oda, creador de la obra, se encargaría de supervisar el proyecto, pero eso no ayudó a calmar las aguas y la fanaticada veía con dudas cómo se acercaba la fecha del estreno.
One Piece es una historia compleja, rica en detalles que pueden pasar inadvertidos con una primera mirada, pero que comienzan a tomar relevancia a medida que pasa el tiempo y estallan en una trama repleta de misterios en arcos posteriores. Intentar plasmar la sensación de aventura en una miniserie de 8 episodios no era solo una tarea titánica, era derechamente imposible. Aun así, lo lograron.
La producción, desde el elenco elegido hasta la música empleada, grita One Piece. Puede ser visto por una persona sin conocimientos de la serie o por un fanático que quiera divertirse buscando los “easter eggs” de la serie. El conocimiento previo que se tenga sobre la obra de Oda no cambia en absoluto la manera en que se recibe esta producción. Mantienen la esencia de la historia original y los cambios a la trama no se ven como una forma de imponer un guion original, sino que se ve como una versión alternativa de cómo abordar los mismos eventos que ocurren en el manga.
One Piece es un manga de aventuras que brilla por la singularidad de sus personajes y la forma en que afrontan los desafíos. Es una mirada inocente sobre el mundo de la piratería en donde la libertad y el deseo de seguir un sueño es más importante que el temor causado por una tripulación pirata.
El desafío era tomar esa complejidad y poder explicarla en unos pocos episodios que no van a tener el tiempo de desarrollar todos los aspectos necesarios. Y puede que esa sea una de las falencias del Live Action al no ahondar mucho en personajes secundarios, pero la recepción es buena y el mensaje de Luffy se escucha fuerte y claro.
Hay que destacar que este live action es una adaptación del manga, no del anime. Las ropas, historias, motivaciones de personajes y conductas son las mismas que uno puede apreciar en la obra original independiente de los cambios realizados en esta producción. La mayoría de los eventos son fieles al libro ilustrado y han dejado atrás gran parte de la censura que frenó ciertos aspectos del anime. Esto no quiere decir que el Live Action sea una representación más fiel que la serie animada, es lo contrario, camina por un sendero propio, pero las aristas importantes mantienen su intención inicial y sirven como guía para el resto de la adaptación.
Incluso van más allá y se atreven a ahondar en hechos que en el manga fueron una anécdota sin mayor explicación. Como la primera aparición de Zoro hablando con Mr.7. Este encuentro es canon y se mencionó tanto en el manga como en el anime, pero nunca lo vimos como tal. Lo mismo podríamos decir de la imagen de Luffy apuñalando su rostro para demostrar que no le tiene miedo al dolor. Esto no se mostró en la animación para evitar que menores de edad copiaran al personaje en la vida real, pero no es el caso en este trabajo, en donde se encargan de darle el trasfondo necesario a sus personajes.
El casting realizado para los protagonistas no puede haber sido mejor. No solo se asemejan a los personajes que deben interpretar, se sienten como los Sombrero de Paja originales. Cuerpo, movimientos, gestos, todo simula la visión de Eiichiro Oda, quién fue el encargado de aprobar la participación de estos actores. Incluso se dio el lujo de elegir personalmente a Iñaki Godoy como Luffy después de que éste lo hiciera reír en la audición. Eso deja en claro que Oda eligió a estos actores por la conexión con los personajes más que por currículum.
Los Sombrero de Paja son un grupo particular en comparación a otros shonen del mundo del anime. Es cierto que Luffy es el centro de todo, pero su tripulación comparte protagonismo con él pase lo que pase. Es gracias a esto que se genera una serie de interacciones únicas entre los tripulantes que varían según la persona que esté presente en la habitación. El haber conseguido captar esa cualidad con los actores de Live Action es un adicional que permite enganchar con el desarrollo de la serie. Puede ser un detalle, pero han existido producciones que pasan por alto este punto (como la relación entre Spike y Jet en Cowboy Bebop) y que por lo mismo fallan en entregarle la profundidad necesaria a su personaje.
La intención de este Live Action era utilizar la menor cantidad de CGI posible debido a que el presupuesto no permitía crear secuencias de acción que pudieran reflejar el frenesí de One Piece. Utilizaron el dinero invertido en construir los escenarios para darle una sensación de realidad a los escenarios que tiene, por ejemplo, al Going Merry y al Baratie como navíos reales que no usan ninguna pantalla verde. Además, reciclaron una serie de barcos que fueron usados para Black Sails, serie de Starz que terminó en 2017, que ayudaron a abaratar costos sin perder el realismo que necesitaban.
A pesar de todo lo positivo y el cuidado en las escenas, hay muchas situaciones que quedan al debe y que parecieran haberse grabado a la rápida para salir del apuro. Errores como que haya personajes escondidos dentro de una muralla y que inexplicablemente haya una luz atrás de ellos, que un barco sea asaltado por piratas y que no se vea por ningún lado el navío de los atacantes o que una persona entre a una habitación sin percatarse de que hay una persona tumbada en el medio del cuarto.
También hay que destacar que los 4 episodios finales son mucho más ágiles que los primeros 4. Tienen una narrativa más potente y logran crear un hilo conductor que une todo el final de la serie. Esto puede ser un problema ya que muchas personas van a ver solo 2 o 3 episodios sin tener la oportunidad de llegar a lo mejor, pero se justifica ya que la historia de One Piece funciona de la misma forma. Primero se introducen los personajes y luego se avanza con la historia principal.
Hay esperanzas para una segunda temporada. Principalmente por las buenas reseñas y al récord alcanzado por la serie que llegó a ser lo más visto de la plataforma en 84 países. Pero Netflix no ha querido referirse a una posible secuela antes de ver el resultado final después del boom del estreno. Y para ser justos, puede que la mejor decisión sea dejarlo tal como está. One Piece logró superar las expectativas, pero nada asegura que una secuela pueda mantener el ritmo establecido en esta temporada.
En primer lugar, los distintos cambios hechos en la historia pueden mermar el destino de una segunda temporada ya que, aunque parezca una broma, casi no hay relleno en One Piece. Su trama lineal es rica en detalles que van explicando los giros argumentales del futuro. Estos mismos detalles desaparecen cuando se saltan parte de un arco o acomodan escenas para mostrar solo lo más importante. Si continúan este camino, la ruta original empezará a tomar más fuerza y se corre el riesgo de que el Live Action pierda la esencia que logró plasmar en su estreno.
También está el problema de la edad de los actores que interpretan a los Sombrero de Paja. Salvo Iñaki (20 años), el resto de la tripulación tiene una edad avanzada (Taz Skylar y Jacob Romero Gibson con 27 años, Mackenyu con 26 y Emily Rudd con 30) y seguir interpretando a jóvenes de 18 y 19 años sería un problema más adelante. Es cierto que los “Mugiwara” actuales son adultos que se acercan a la imagen que los actores podrían interpretar, pero tendrían que hacer múltiples temporadas para llegar al punto en que ocurre ese cambio (esta temporada adapta 45 episodios del anime y el cambio de físico mencionado se empieza a notar a partir del 516).
Sin embargo, el final de temporada queda perfecto para una secuela al presentar el que sería el enemigo a enfrentar más adelante. No quiero hacer spoilers, pero se ve la imagen de una persona de cabello blanco que sostiene el afiche de Luffy con 2 cigarros en la mano. Quiénes sepan de One Piece pueden identificar ese personaje y su conexión con el arco de Arabasta, que por importancia podría ser el final definitivo del proyecto.
El Live Action de One Piece es bueno. Puede que no sea una maravilla de la TV, pero es una serie que se puede disfrutar y eso ya la hace mejor que la mayoría de las adaptaciones de este estilo. Nadie sabe lo que depara el futuro, pero sabemos que el Going Merry siempre está listo para izar sus velas para una nueva aventura.