La fiebre de la Copa del Mundo nos llega a todos. Hay personas que vibran la competencia desde la casa al comprar televisores de última generación para no perderse ningún detalle, algunos que se endeudan durante años para poder asistir al evento y otros, desesperados, que optan por robar el trofeo.
Robo Mundial es una miniserie argentina que, según en palabras de su protagonista, Joaquín Furriel, quiere burlarse de cómo son los argentinos y de su comportamiento que bordea la locura cada 4 años.
Esta comedia tiene su génesis, por su puesto, en la cita mundialista. En donde los ánimos y sueños del pueblo argentino se fusionan para crear un colectivo que solo habla de la selección del fútbol del país trasandino. Y habla de las consecuencias que esto tiene.
La serie tiene como protagonista a Lucho, un trabajador de una empresa de tecnología que gasta el dinero de sus ahorros para poder asistir al mundial junto a su hijo de 10 años, Sebastián. Todo esto en medio de un fallo de la FIFA que castiga a Argentina producto de los incidentes de un partido de local ante Brasil. El equipo sudamericano es penalizado con la pérdida de puntos y su lugar en la tabla pasa a ser de Chile (porque no hay nada que los argentinos puedan odiar más) y así la selección de Messi queda fuera de la competencia.
Pero no es el único problema. Tecnoshop, empresa donde trabaja Lucho, vendió televisores con la promesa de que si Argentina no iba al mundial, el Smart tv era gratis. Por lo que ahora tienen que pensar la forma de salvar la tienda, sus empleos, los sueños de los futboleros y la ilusión de Sebastián. Llegan rápidamente a una solución: armar un equipo de “profesionales”, robar la copa del mundo y exigir que reintegren a Argentina al Mundial.
“¿Vos te creés equipo SWAT?”
Desde un comienzo queda claro que la serie está hecha para un conocedor del fútbol y en especial del folclor argentino. Se muestran programas de debate futbolero con personajes de la farándula deportiva que uno identifica y que sirve de apoyo para llevar la trama de la serie. Además de entregarle un plus simpático ya que hay pocas cosas que le añadan más sazón al fútbol sudamericano que un periodista argentino insultando a la FIFA.
Los diálogos son atrapantes y la comedia pasa tan naturalmente que uno solo puede reírse de lo irrisoria de la situación que están viviendo. La trama puede ser derechamente mala, pero se compensa con la actuación de sus protagonistas y la forma en que adaptan las conversaciones a sus personajes.
Son ciudadanos comunes y corrientes. No tienen habilidades como la Familia Toretto para entrar y robar el trofeo más codiciado del momento y el que estén al tanto de ese detalle lo hace aún más chistoso.
Son personajes de los que no sabemos nada y que al final de la serie conoceremos muy poco, pero son carismáticos y capaces de generar una conexión con el espectador a pura actuación. Entre los que destaca Wally, colega y mejor amigo de Lucho que, en palabras acorde al proyecto, es un crack.
El guion es plano y no tiene giros que valgan la pena. Pero tampoco es que necesite algo más profundo en una trama que gira en torno a la comedia y a la exageración de los argentinos cuando se trata de fútbol, Bilardo, Maradona, Messi, etc.
Los villanos de la serie, los enviados de la “FIFA”, son presentados como un grupo mafioso que planea la conquista del mundo a punta de favores políticos. No tienen más brillo que ese y la verdad es que tampoco participan mucho de los eventos que se muestran, pero vale la pena mencionarlos ya que claramente es otra parodia a la imagen popular del ente regente del fútbol mundial.
“Nos están cargando”
La serie hace un gran trabajo con el humor manteniéndolo lo más simple posible para no caer en una sátira, pero también intentan meter una trama “seria” e importante entremedio y la verdad es que no funciona para nada. Uno quiere saber el destino del robo, no los sentimientos de un personaje del que sabemos poco y nada.
Algo ocurre en la mitad de la temporada. Hasta el episodios 3 todo iba acorde a lo que se planteó en el comienzo, pero luego de eso el tinte de la serie cambia.
Sigue tratando sobre el robo de la copa, pero ahora es una mezcla de referencias de cultura pop que pueden ayudar o no en la comedia pero que generan ruido porque le quita la magia de la naturalidad a lo que hacen Lucho y compañía.
Son 6 episodios. Y qué bueno que son solo 6. Ya que se puede ver un desgaste en la originalidad y en la misma temática de la serie que empieza a tambalear en sus puntos fuertes a medida que se acerca el clímax. Es más, se podría haber condensado todo en una película de 2 horas y no pasa nada.
Sirve para promocionar la Copa del Mundo y para evidenciar el peso que tiene esta competición en esta parte del mundo, pero tampoco es un trabajo que uno vaya a ver dos veces por placer. O quizás, como en el mundial, cada 4 años.