The Witcher Temporada 3: manual de cómo arruinar un potencial enorme

No han sido años fáciles para los fanáticos de The Witcher. La serie que llegó a ser lo más visto en internet en 2019 ha visto como su popularidad se ha desplomado por culpa de la misma gente que debería haber potenciado el producto. Los Showrunners han ido modificando aspectos de la historia principal que han colmado la paciencia de los amantes del cuento creado por Andrzej Sapkowski, entre ellos, el más importante de todos, Henry Cavill.

Cavill fue un actor que se llenó de críticas cuando fue elegido como la persona a cargo de interpretar a Geralt de Rivia, protagonista de la saga. Su imagen de héroe juvenil contrastaba con el antisocial y avejentado brujo que debería llevar el peso de la serie, por lo que no había confianza en la elección.

Fue la propia productora ejecutiva y creadora del show, Lauren Schmidt Hissrich quién aclaró que Cavill siempre fue visto como el Gerat ideal. No solo por su actuación, sino por su pasión por la obra original. Esto debido a que el actor es un reconocido fan de los libros y juegos de The Witcher, lo que generaba una motivación extra a la hora de interpretar el papel protagónico.

Schmidt Hissrich no se equivocó. Henry Cavill no solo interpretó al brujo, se convirtió en él. Después de la primera temporada no había nadie que pusiera en duda de que él era el Geralt perfecto para la adaptación y el pilar fundamental para el desarrollo de la historia. Solo debían aceptar una condición para asegurar la permanencia de Cavill y el apoyo de los fanáticos: no podían desviarse demasiado de la obra original, lo que finalmente ocurrió y significó el desastre que acabamos de ver en el final de la tercera temporada estrenada por Netflix hace unos días.

Para aclarar cuáles son los problemas con esta última parte, primero hay que recordar un par de cosas sobre la segunda. Esa temporada tuvo una mejora notable en cuanto a escenografía, efectos especiales y montaje. Se veía como una serie con un potencial que aún no tocaba techo y el ritmo con el que avanzaban los eventos era mucho más cómodo que los complejos saltos temporales de la primera temporada, pero fue un horror en lo que a continuidad se refiere.

Modificaron partes de la historia, cambiaron de lugar a ciertos personajes e inventaron subtramas que solo dañaron la progresión de la serie. Como lo fue el que Yennefer secuestrara a Ciri para recuperar su magia cuando en verdad ella debía ser la maestra y figura materna de la princesa.  

Los fanáticos odiaron el desarrollo de la serie. Cavill lanzó dardos a la producción y Lauren Schmidt Hissrich aseguró haber escuchado las críticas para aprender de ellas. Su promesa era que volverían a utilizar el material canónico en la tercera entrega de The Witcher, lo que cumplieron, en parte.

Vayamos a lo positivo de esta última temporada, la cual se dividió en dos partes de 4 episodios cada una. En la primera parte podemos observar cómo comienzan a solucionar los problemas del pasado en cuanto a historia. Corrigieron las relaciones entre personajes, volvieron a escena actores importantes y el desarrollo de la trama apuntaba a los eventos canónicos que conforman los pilares en los giros argumentales del libro de Sapkowski. ¿Dónde está el problema? En que para llegar a eso destruyeron toda la narrativa.

Personajes que deberían estar en un costado del continente llegan a otro punto en cosa de minutos, las relaciones interpersonales entre los actores retoman el camino que deberían seguir, pero no con acciones justificadas, sino mencionándolo en voz alta. Es básicamente informarle al espectador el cambio de guion de manera directa y sin espacio para que llegue a explicarse de forma natural. Los enemigos de ayer son los aliados del mañana, ¿por qué? No importa, el guion dice que deben ser amigos.  

El daño causado por la segunda temporada fue tan severo que tuvieron que utilizar la totalidad de los primeros 4 episodios para remediar la dirección de la serie. Son 4 episodios cargados de conversaciones que llegan a agobiar producto de que estamos dando vuelta en los mismos temas una y otra vez, pero que es necesario para preparar el terreno para lo que viene, la segunda parte de la temporada que debería ser uno de los puntos más críticos en The Witcher, el Cónclave en Aretusa.

Se supone que esta reunión debería tener todas las relaciones y alianzas claras ya que es el momento en dónde se cruzan los personajes importantes y en dónde se revelan las traiciones que cambiarán el rumbo de la saga. Pero el camino a este cónclave es tan forzado que es imposible darle la importancia que merece.

No solo eso, lo que sigue es malo en todo ámbito. No es que sea floja como adaptación, es floja como serie. 

The Witcher solía ser una aventura con tramas complejas que exponían los peligros de un mundo mágico plagado de gente inescrupulosa. Con personajes que planeaban estrategias usando la misma lógica de ese mundo y encontrando la forma de superar un obstáculo. Ahora es un guion simple, por momentos tonto, que no respeta las propias reglas de su mundo y avanza en la historia forzando a que los personajes hagan algo completamente fuera de lo común por el bien de la trama.

Actividades que eran prohibidas en Aretusa (y que la misma temporada nos recuerda) pasan a ser una anécdota que nadie respeta. El ranking de poder se eliminó por completo y ahora un mago, persona de gran fuerza e influencia, parece estar al mismo nivel que un soldado humano. Personajes que se sacrifican para defender a un compañero y luego el mismo compañero se logra defender sin problemas de un ataque mucho más poderoso que el que mató a su aliado. Nada tiene sentido. Ni siquiera los efectos especiales o uso de CGI puede salvar las escenas ya que el deterioro de estas herramientas es evidente. No es que solo se vean poco creíbles, están mal hechas y parecen ser imágenes sacadas de alguna cinta de los 2000.

La serie se sostiene gracias al nivel de sus actores y a la química que estos tienen. El trío protagonista es un pilar que mantiene el interés en la serie cada vez que aparecen en escena, pero no pueden hacer milagros. No cuando el guion es tan pobre que los obliga a hacer cosas fuera de toda lógica, como el “escapar” del peligro corriendo exactamente al lugar más riesgoso de toda la zona o el separarse cuando hace un par de minutos dejaban en claro que debían permanecer juntos pase lo que pase. Es un camino improvisado para justificar que los personajes estén donde deben estar. 

Las escenas de pelea y coreografías son un punto a favor en la serie, pero también contrasta con el hecho de que los enemigos mortales de las 2 últimas temporadas son despachados como si fuesen un personaje de relleno. Quieren hacerlo épico al hacer una secuencia visualmente atractiva, pero carece de emoción y se pierde la oportunidad de un enfrentamiento digno para Geralt y sus acompañantes.

No es de extrañar que Henry Cavill haya renunciado y que Liam Hemsworth tome la posta como el nuevo Geralt de Rivia. Cualquier fanático con algo de decencia querría alejarse de lo que es The Witcher en la actualidad.

Hay muchos rumores en torno al futuro de la serie. Existe la intención de hacer un spin off (que se sumaría al fracaso absoluto de Blood Origin) usando un grupo de personajes que aparecen al final de la temporada y que generan el mismo interés de un pan añejo. También es de conocimiento público que la producción pretendía grabar la cuarta y quinta temporada al mismo tiempo, pero ahora no lo tienen claro producto de la crítica y a la fama de Netflix de cancelar los shows poco rentables.

Si la tendencia sigue siendo la misma, podríamos asegurar que la cuarta temporada de The Witcher va a ser un fracaso. Y no será culpa de Liam.  

The Witcher Temporada 3 (2023)

Netflix

1.5/5

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